Distribución interior de la vivienda autosuficiente.
La vivienda se organiza en dos niveles: una planta baja donde se resuelve la mayor parte del programa doméstico y una planta alta de huella más reducida que alberga espacios de trabajo y una terraza descubierta. Esta distribución permite minimizar el impacto visual y aprovechar al máximo las vistas de la parcela, reduciendo la necesidad de movimiento de tierras.
En planta baja, la casa se articula en torno a un espacio central —salón, comedor y cocina— abierto al sur y al oeste mediante grandes paños de vidrio protegidos por porches. En el otro extremo de la vivienda se distribuyen los dormitorios, generando privacidad sin perder la relación con el paisaje. Todas las estancias cuentan con grandes paños de ilumiación para maximizar las vistas al jardín, reforzando la idea de que esta vivienda se vive también hacia afuera.
Este proyecto de vivienda está pensado para adaptarse a la vida real de sus habitantes, con recorridos fluidos, estancias generosas y una fuerte conexión con el exterior.
La planta alta se reserva para una biblioteca y un despacho con acceso a una terraza. Un lugar más introspectivo, pensado para la lectura, el teletrabajo o la contemplación, alejado del bullicio de la zona de día.
Materiales sostenibles y energía renovable
Uno de los pilares del proyecto es la sostenibilidad real, no como concepto decorativo, sino como estrategia integral. Desde el punto de vista energético, la vivienda incorpora una instalación de paneles solares integrados en la cubierta, que permiten cubrir más del 60 % del consumo habitual. La orientación, los aleros, la protección solar pasiva y el aislamiento de la envolvente completan el conjunto de decisiones encaminadas a reducir la demanda energética.
En cuanto a los materiales, se ha optado por soluciones tradicionales y de bajo impacto ambiental: muros de piedra local en algunas zonas, revocos naturales en tonos suaves, carpinterías metálicas finas de color oscuro, madera tratada en exteriores y cubierta inclinada de teja. Todo ello con un lenguaje austero, sin artificios, que permite que la vivienda se integre en su entorno sin alterar su carácter.
La elección de materiales duraderos y el diseño energético eficiente permiten que esta vivienda autosuficiente en Piélagos tenga bajos costes de mantenimiento y un excelente comportamiento climático.
Una arquitectura integrada en el paisaje cántabro
Uno de los valores más destacados de este proyecto es su relación con el lugar. La vivienda no se impone al terreno, sino que se adapta a él. La parcela ha sido ajardinada con criterio ecológico, utilizando especies autóctonas que favorecen la biodiversidad y se adaptan al clima sin necesidad de riegos intensivos ni mantenimiento excesivo.
Se han plantado más de treinta árboles de distintos tamaños, distribuidos para filtrar vistas, generar sombra y reforzar la privacidad.
El paisajismo de la parcela se concibe como una segunda piel de la vivienda. Los porches, las terrazas y los caminos exteriores permiten habitar el espacio libre en distintas estaciones del año. Así, la casa no termina en sus muros: se expande hacia el exterior, convirtiendo el jardín en una parte esencial del día a día.
Calidad de vida en una vivienda autosuficiente en Piélagos
Esta vivienda no busca llamar la atención, sino ofrecer calidad de vida. Es una casa para vivir con calma, para disfrutar del paisaje, para trabajar desde casa si se desea, para estar en contacto con la naturaleza sin renunciar al diseño ni a la eficiencia.
Una arquitectura sin estridencias, honesta en sus materiales, clara en su organización y profundamente conectada con su entorno.










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